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Entre las romerías, si sólo pudiéramos escoger una de cada provincia, tal vez pudieran estar entre las más concurridas la de los Milagros de Amil en Moraña (Pontevedra), la de la Virxe da Barca de Muxía (A Coruña), la Xira de la Santa Cruz en Ribadeo (Lugo) y la batalla de Moros y Cristianos de A Saínza (Ourense). Las alfombras florales del Corpus de Ponteareas, que también se ven en Ares y Gondomar, forman un capítulo aparte. Entre las fiestas más originales y autóctonas tenemos que destacar los Curros, o Rapa das Bestas, nacidos como una prolongación del trabajo de los ganaderos, que crían en los montes caballos en régimen de libertad. Se celebran unos veinte curros desde mayo a agosto en diversos lugares de las provincias de Lugo, A Coruña y Pontevedra. De todos es conocida, también, la espectacularidad con que se celebran los carnavales en toda Galicia, y especialmente en Laza (Verín) y Xinzo de Limia. Capítulo aparte merecen las fiestas gastronómicas. A la fiesta del Cocido en Lalín, siguen, por orden cronológico, la del Queso en Arzúa, la Angula en Tui, la Lamprea de Arbo, el Pimiento en Arnoia y Padrón, el Salmón en A Estrada, la Bica en Trives, el Marisco en 0 Grove... para terminar en diciembre con la del Capón en Vilalba. |
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En los cuatro Museos Provinciales de Arqueología, ubicados en las capitales provinciales, y especialmente en el de Pontevedra, se exponen abundantes muestras de la arqueología gallega, de una sorprendente riqueza, variedad y rareza. Las piezas más originales son las que pertenecen a la cultura de los castros, viviendas del pueblo celta, que nos ha legado una riquísima colección de joyas y objetos de oro. Además de estos se pueden visitar otros grandes museos, como el de Bellas Artes de A Coruña, el Municipal de Castrelos en Vigo o el Museo do Pobo Galego de Santiago. Luego nos encontramos con casi un centenar de pequeños museos oficialmente registrados y distribuidos por toda Galicia. Al visitarlos puede ser que nos extrañe la denominación de "pequeños", dada la grandiosidad de algunos, como el de Arte Sacro de la Catedral de Mondoñedo, el del Monasterio de Oseira, el Museo Catedralicio de Tui o el de Tapices de la Catedral de Santiago. | |
Estas tradiciones artísticas gallegas siguen vigentes en las tres artes mayores. Basta con visitar el templo de la Santa Cruz de Carballiño, de Antonio Palacios, las numerosas esculturas de Asorey o las Bienales de Pintura de Pontevedra. Entre las artes menores de todos es conocida la cerámica de Sargadelos, los encajes de Camariñas, la orfebrería y la azabachería santiaguesa... |
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Las cinco catedrales gallegas tienen un elemento común: la superposición de estilos a lo largo de los siglos. En todas ellas predomina el románico, pero a continuación se han ido introduciendo reformas y añadidos. De ello tenemos el primer ejemplo en la catedral compostelana. En la de Tui destacan los elementos góticos. También en la de Mondoñedo, que se corona con torres barrocas. los añadidos más significativos en la de Ourense son el deambulatorio neoclásico y el cimborrio renacentista. La fachada neociásica de la catedral de Lugo no hace sospechar el magnífico interior románico los elementos góticos de la nave. |
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Al entrar en Galicia nos llaman poderosamente la atención tres tipos de construcciones originales: los hórreos, los cruceiros y los pazos. Los primeros son un tipo de granero que tiene como principal utilidad madurar, secar y guardar el maíz. En algunos lugares se llaman cabazos o cabaceiros y tienen como elementos decorativos en los vértices del techo una cruz y el cono o la pirámide, símbolo de la fertilidad. El cruceiro, elemento religioso que se planta por un voto, un recuerdo luctuoso o, sencillamente, para marcar un camino, empieza a aparecer a finales del siglo XIV y no deja de construirse hasta nuestros días. Se considera al de Melide como el más antiguo y al de Hío como el más espectacular. Los pazos son las mansiones señoriales edificadas en el campo como residencias fijas o temporales de los antiguos nobles y familias fidalgas de Galicia. Se construyeron principalmente durante los siglos XVII y XVIII y se distinguen, además de por sus dimensiones, por los escudos nobiliarios que ostentan, las torres, las solanas, la capilla y los frondosos jardines que los enmarcan. |
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